Porque está “fuera de servicio”. Porque computó la extracción, pero no entregó el dinero. Porque se quedó sin billetes. Por varios motivos, en forma creciente, los cajeros automáticos fallan. Y los clientes, en vez del efectivo que fueron a buscar, lo que se llevan son disgustos. La causa es que la demanda de billetes se multiplicó en los últimos años. Pero las redes de cajeros no crecieron al mismo ritmo, y el uso excesivo de los aparatos acelera su deterioro.
Así lo concluye un estudio de la consultora Quantum Finanzas al que accedió Clarín. “Vemos crecientes dificultades en el uso y disponibilidad de cajeros automáticos en Argentina”, advierte la investigación, que presenta a la inflación como la principal culpable.
Sucede que, en Argentina, pese al aumento de precios y salarios de la última década, el billete más grande sigue siendo el de $ 100, como en los noventa. Frente a esto, lo primero que hicieron los bancos fue dejar de dar cambio: hoy más del 90% de los 16 mil billetes que cada día se pueden cargar en estas máquinas son los de mayor denominación. Pero, con una inflación del 40% anual, la medida ya dejó de alcanzar.
Según la consultora, cada máquina ya está entregando unos 13 billetes por extracción, el triple que los 4,5 que se entregan en promedio en el resto del mundo.
“La alta intensidad de uso de los cajeros genera una gran reducción de su vida útil, que vuelve más apremiante el cambio de viejos equipos y/o partes. Este efecto implica una renovación de 4.000 equipos al año, cerca de un tercio del parque actual, que podría reducirse a 2.800 con estándares de uso similares a los de otros países”, destaca el informe.
En todo el mundo, la vida útil de un cajero suele ser de 6 a 7 años, pero acá se reduce hasta un 40%, según la consultora. Un efecto en el que influyeron, además de la inflación, la mayor bancarización y la expansión de los planes sociales.
Así, hoy 30 millones de usuarios de tarjetas realizan unas 100 millones de transacciones al mes en una red de cajeros insuficiente. Según el Banco Mundial, en 2012, Argentina tenía 54 cada 100 mil adultos, frente a 67 de Chile y 119 de Brasil.
Las máquinas se rompen más rápido. Y los bancos, además, dicen no dar abasto para recargarlas. “Se hace una inversión y un esfuerzo muy grande, pero cada vez se piden más billetes y se generan cuellos de botella en ciertas fechas y lugares. Además, si antes renovábamos las máquinas cada 6 a 8 años, ahora sólo duran 3 o 4”, explicaron en un banco privado. En esa línea, la semana pasada, el presidente del Banco Provincia pidió imprimir billetes de $ 200 y $ 500 (ver aparte).
En Capital y el Conurbano, con casi la mitad de los cajeros del país, el problema es menos serio que en el interior, donde hallar una máquina alternativa a la rota puede implicar recorrer grandes distancias.
Una solución, explican, sería que hubiera más terminales fuera de los bancos, como en supermercados y centros comerciales (hoy son sólo 3 por cada 10). Pero hoy los comerciantes lo evitan porque saben que, en las condiciones actuales, sería ganarse más complicaciones.
Fuente clarin.com
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