Los sangrientos tiroteos entre narcos rosarinos. El desmantelamiento de dos bandas de "narcos vip" con vínculos en la farándula. El misterioso asesinato a sangre fría de un exjefe de sicarios colombianos a la vista de todos en los Bosques de Palermo. La aparición de un túnel de seis metros de largo que utilizaba una banda de narcos locales. Cada vez que la opinión pública quiere hablar de otra cosa, el narcotráfico toca sus puertas y deja en evidencia la crítica situación que atraviesa nuestro país.
La semana pasada, el Departamento de Estado norteamericano sostuvo que si bien la producción local de cocaína creció en Argentina, aún no puede ser considerado un país de elaboración masiva. Pero además, en otro apartado del reporte anual, cuestionó la falta de controles y de informes que se elaboran a nivel local en materia de químicos utilizados para las drogas de diseño. Por su fuerte crecimiento en el mercado mundial, son consideradas como las "drogas del futuro".
Y no es para menos. Según notificaron los Estados miembros de la UNODC (United Nation Office on Drugs and Crime), la presencia de este tipo de drogas se incrementó en un 50% de 2009 a 2012 en todo el mundo. Se trata de estupefacientes sintéticos fáciles de fabricar y altamente rentables para los productores, como los cristales de metanfetamina o las pastillas de éxtasis.
Distinto a la cocaína, no se necesitan las condiciones para el cultivo de la materia prima, sólo alcanza con precursores químicos (sustancias legales que al fusionarse pueden generar sustancias ilícitas) y un simple laboratorio para hacer las mezclas. Y Argentina ostenta una industria química altamente desarrollada.
El peligro radica en que nuestro país cuenta con todas las condiciones para ser tristemente una potencia en el mundo de las drogas sintéticas. En su último informe anual, la JIFE (Junta Internacional Fiscalizadora de Estupefacientes) agrupó a Argentina en la lista roja: en las fronteras se llegaron a incautar más de 5 mil litros de precursores juntos (tales como la efedrina, amoníaco o el anhídrico acético), lo que evidencia una participación en el tráfico a gran escala. Una pequeña mezcla y las pastillas o los cristales estarán listos para salir al mercado.
Si bien aún los casos de traficantes de drogas de diseño son aislados -casi todas las bandas comercializan algunas de estas drogas pero en menor medida que la cocaína- y el consumo está concentrado en las clases medias y altas (una sóla dosis de éxtasis puede costar entre 30 y 60 dólares), este mercado crece exponencialmente. Sólo en la Provincia de Buenos Aires las incautaciones de éxtasis aumentaron casi un 3.000% entre 2011 y 2013, indicaron informes de la policía bonaerense.
Ante este panorama, el funcionamiento de las fuerzas de seguridad especializadas cobra vital importancia. Y, al parecer, deja mucho que desear. Un ex miembro de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal, que accedió a dialogar con Perfil.com bajo anonimato, lo sintetizó así: "En 2003 cada uno de nosotros viajaba a Estados Unidos para estudiar este fenómeno, hacíamos cursos en Alemania, trabajábamos en conjunto con la DEA (el ente gubernamental norteamericano destinado al control del cumplimiento de las leyes antidrogas). Paulatinamente se quitó presupuesto y se desarmó todo".
La facilidad a la hora de conseguir los precursores necesarios para la elaboración de drogas de diseño o "estiramiento" de estupefacientes tales como la cocaína y sus derivados, es otro de los puntos que aportan comodidad a los actores de este mercado ilegal: el éter de los aerosoles, el litio de las baterias, la nafta y el querosene "se consiguen en cualquier lado sin ningún tipo de control", completó la fuente
fUENTE PERFIL.COM
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