Lejos de la rigidez de los ámbitos educativos tradicionales, el centro de formación preuniversitaria Bachillerato Popular Trans Mocha Celis, abierto en 2012 en Buenos Aires, se puebla a diario de transexuales y travestis que quieren cambiar su vida, marcada por la prostitución.
"Este bachillerato busca abrir un abanico de posibilidades para que cada quién pueda elegir. Que la prostitución no sea el único medio de vida posible para las trans", dice a la agencia "AFP" Francisco Quiñones, uno de los coordinadores del proyecto.
En el quinto piso de un antiguo edificio ferroviario abandonado, que fue ocupado y recuperado por una asamblea de barrial tras la crisis económica de 2001, unos 40 estudiantes cursan en aulas vidriadas y luminosas materias como Economía Social o Inclusión Laboral, entre otras que integran este "proyecto formativo ocupacional".
El Bachillerato funciona de tarde, en un horario que permite la asistencia de "las chicas", como se dicen entre ellas, ya que casi todas son prostitutas, trabajan de noche y necesitan la mañana para reponerse, cuentan.
"Este proyecto nace después de 10 años de lucha de los Bachilleratos Populares y más de 30 años de lucha del activismo trans", explica Quiñones.
En Argentina, las travestis tienen un promedio de vida de 35 años, debido a la violencia policial y a las enfermedades de transmisión sexual. El 70% ejerce la prostitución y el 85% quiere terminar la escuela pero no puede.
La apertura del Bachillerato se enmarca además en un contexto de avances en la legislación.
Argentina fue el primer país de América Latina en sancionar en 2010 una ley federal que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo y dos años más tarde aprobó la ley de Identidad de Género, que permite a travestis y transexuales tener documento de identidad con el sexo autopercibido.
"Es el derecho a decidir sobre el propio cuerpo", dice el coordinador, felicitándose de unas "batallas ganadas al patriarcado".
Sarmiento, un prócer de labios pintados. Gestionada por la Fundación Diversidad Divino Tesoro, Bachillerato Popular Trans Mocha Celis abrió en 2012 con instalaciones muy rudimentarias que mejoraron gracias a un subsidio estatal. En 2014 la primera camada saldrá con el título de "Perito auxiliar en desarrollo de las comunidades".
El ex presidente argentino Domingo Sarmiento (1868-74), llamado el "padre del aula", que en el siglo XIX promovió la educación fundando escuelas en todo el país, es un controvertido prócer de obligada presencia en cualquier escuela del país.
El colectivo trans también tiene su Sarmiento: menos adusto que el original, de cachetes rosados y labios pintados de rojo carmesí, vela por esta escuela, en la que contra una pared cuelga una enorme bandera arco iris de la diversidad sexual, y cuyas ventanas dan a terrenos ferroviarios de la vecina estación Chacarita.
El otro símbolo, que le dio nombre a la escuela, es Mocha Celis, una travesti nacida en la provincia de Tucumán, asesinada de tres tiros en la espalda en la década de 1990, cuando trabajaba de prostituta en el barrio porteño de Flores.
Mocha había sido amenazada varias veces por resistirse a pagar con sexo o dinero la protección policial. Murió con varias entradas en la cárcel y sin saber leer ni escribir.
De la calle a la cocina. A los 27 años, Daniela Mercado quiere dejar de "pararse en la calle" en los bosques de Palermo de Buenos Aires, donde abundan los clientes.
"Se me ocurrió hacer algo para vender y funciona", se entusiasma con su nuevo emprendimiento y ofrece un exquisito postre de manzana a 10 pesos, una de sus especialidades, que aprendió en el taller de gastronomía del Bachillerato.
Esta joven oriunda de la provincia de Mendoza dejó su casa siendo adolescente, incomprendida por su padre que a los 13 años le dio "una enorme paliza" al descubrir su homosexualidad, y aún hoy le impide que se acerque a sus hermanos "por miedo a que les contagie la homosexualidad".
"Trabajar trae muchos vicios y para eso necesitás dinero, es un círculo vicioso. Yo careta no puedo en la calle. No sé qué es disfrutar del sexo sin que me lo paguen, el servicio es lo de menos sólo pensás en qué vas a gastar el dinero", confiesa sin eufemismos.
"Quiero recuperar 15 años perdidos: en 1998 terminé la primaria, en 2013 estoy cursando, pasaron 15 años en que no estudié ni trabajé", dice, pese a que viaja diariamente en dos autobuses y un tren desde González Catán, a 35 km al oeste de la capital.
Rosa Brito, de 77 años, es una de las estudiantes no trans del Bachillerato y sueña con terminar el secundario para mostrarles a sus dos hijos y a sus seis nietos que "se puede, a pesar de la edad".
Abuela al fin, se enternece con algunas "chicas" que llegan a estudiar con excesivo maquillaje y exhibiendo sus formas con vestimentas escasas: "Yo les digo que lo femenino es insinuar, no mostrar", cuenta.
Fuente gacetamercantil.com
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