RÍO DE JANEIRO (AFP) - Negra, pobre, alfabetizada a los 16 años, recolectora de caucho y sirvienta en la adolescencia: la candidata ecologista a la elección presidencial brasileña del domingo, Marina Silva, tiene las condiciones perfectas para convertirse en la primera presidenta negra del país con mayor mestizaje del mundo.
Pero a diferencia de Barack Obama, que obtuvo el 93% de los votos de los negros en Estados Unidos para su reelección en 2012, la cofavorita en la carrera a la presidencia del mayor país de América Latina no logra aglutinar masivamente negros y mestizos brasileños.
Estos últimos se ven incluso más inclinados a votar por la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, blanca, de clase media, y por su Partido de los Trabajadores (PT) en el poder desde 2003, cuyas políticas sociales y de discriminación positiva son las que más les han beneficiado desde la abolición de la esclavitud en 1888.
Lo que está en juego es mucho. Por primera vez en cinco siglos, negros (7,6%) y mestizos (43,1%) representarán más de la mitad de los 202 millones de brasileños, según datos de 2011, un año después de las últimas elecciones.
En caso de balotaje, Dilma Rousseff obtendría un 45% de sus votos contra 38% para Marina Silva, según un sondeo del Instituto Ibope publicado el 23 de septiembre.
- Un símbolo insuficiente -
En este país muy desigual donde negro y pobre son generalmente las dos caras de la misma moneda, Rousseff domina también entre los más desfavorecidos y los menos educados.
"Los gobiernos del PT fortalecieron a los negros en la sociedad" y permitieron a millones de ellos acceder a la clase media, explica el padre franciscano negro David Santos, especialista en temas raciales y director de la ONG Educafro.
Los programas sociales a favor de los más desfavorecidos, como el subsidio Bolsa Familia, "beneficiaron en un 80% a los negros y mulatos", recuerda.
En cuanto a la ley de cuotas votada en 2012, promovió la entrada de "más negros en 10 años en las universidades públicas que en cinco siglos", subraya este religioso.
"El símbolo encarnado por Marina Silva no alcanza. Aunque promete continuar estas políticas, el brasileño prefiere apostar por lo seguro que por lo dudoso", dice.
La presidenta Dilma Rousseff lo ha comprendido bien. En su spot televisivo de propaganda electoral, aparece sentada en un banco junto a dos niños negros sonrientes. Jugando la carta del miedo, acusa a Marina Silva de querer suprimir las ayudas sociales.
Paradójicamente, Marina Silva no explota el filón de la raza. "¡Ustedes van a elegir a la primera presidenta negra de Brasil!", lanzó en un mitín, en una muy rara alusión al asunto.
Pero centra su campaña en la promesa de una "nueva política" en ruptura con los viejos partidos y en equilibrio entre la preservación de los logros sociales y el retorno a una gestión económica ortodoxa.
- Una identidad reprimida -
"Sería extraordinario tener una presidenta negra. Y Marina tiene todo para atraer el voto negro. Pero no ha trabajado lo suficiente este electorado", deplora el profesor y activista negro Helio Santos, presidente del Instituto Brasileño para la Diversidad (IBD).
"Si logra llegar a la segunda vuelta y destaca finalmente el hecho de ser negra y mujer, los dos componentes más discriminados de la población, tendrá su chance. De otra manera, imposible", estima.
La dilución del voto negro en Brasil tiene también profundas raíces históricas. De los nueve millones de africanos víctimas del tráfico hacia las Américas, 4,5 millones desembarcaron en costas brasileñas.
Pero este país no conoció la segregación, ni un movimiento organizado de lucha por los derechos cívicos comparable al de Estados Unidos.
"El colonizador portugués, por el contrario, alentó un modelo generalizado de 'mestizaje sin integración' que engendró el sistema racista tan negado como real más sofisticado del mundo", denuncia Helio Santos.
Invitados en 1973 por el Instituto de Estadística a definir su color, los brasileños entregaron 136 respuestas: "gris oscuro", "blanco sucio", "café", "miel", "bronceado playa", "tostado", "mitad negro"...
"La estrategia del colonizador ha sido la de hacer negar al negro su propia identidad y de que tenga vergüenza de ella", analiza David Santos. "El voto negro existe en Brasil pero es difuso, en construcción".
Fuente gacetamercantil.co
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