El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, volvió a patear la pelota afuera. Ayer, cuando en un programa radial le preguntaron por los indicadores negativos que arroja la gestión educativa del kirchnerismo, trató de defenderse con el siguiente argumento: “Si hay crisis en la educación, es desde 1810”.
Sileoni le dio una entrevista al programa que conduce Reynaldo Sietecase por Vórterix Rock FM, en el marco del creciente conflicto por la toma de escuelas en la Ciudad. Ayer sumaban 7 los establecimientos ocupados por los alumnos. El ministro, luego de repetir que está “a favor de que haya clases”, respondió a cuestiones más generales sobre la gestión educativa nacional.
“Hay procesos, y si se dice que éste es un sistema en crisis, dígalo desde 1810, porque si no pareciera que hay un pasado dorado que no ocurrió”, afirmó Sileoni. Sin repreguntas, siguió: “No debemos ocultar la realidad, pero a veces tirar realidades que pareciera que hablamos de un sistema en un estado terminal (sic) no me parece correcto, porque no es así”.
No es la primera vez que el titular de la cartera educativa justifica con este tipo de argumentos las dificultades de su gestión para mejorar el rendimiento de los alumnos y estudiantes argentinos. Hace poco más de un mes, para responder a una nota de Clarín sobre la persistencia de las desigualdades educativas en el país, se justificó: “Recién llegamos al 6,4% del PBI hace dos años. Países como Corea o Finlandia empezaron sus reformas en 1960”. Pero en realidad los registros indican que el país llegó a ese nivel presupuestario en 2009.
Ahora, no sólo especialistas salieron a polemizar con los dichos del ministro, sino que los datos objetivos vuelven a desmentirlo. Los archivos registran otras décadas de mejoras indiscutibles del sistema educativo argentino, a lo que le siguió una etapa de depresión y estancamiento que todavía sigue, pese a que aumentó el presupuesto.
Por ejemplo, la tasa de analfabetismo pasó del 77% en 1869 al 4% en 1991 y de allí en adelante esas cifras quedaron virtualmente estancadas. Lo propio sucedió con la tasa neta de escolarización en la secundaria, que pasó del 32,8% al 71,5% entre 1970 y 2001, o del 87,1% al 97,9% en la primaria durante el mismo período. Pero hoy sólo la mitad de los que cursan el nivel medio lo termina en tiempo y forma, según reconoció Sileoni en la entrevista de ayer.
Las universidades argentinas, y sobre todo la de Buenos Aires, estuvieron a la vanguardia en la región, mientras que actualmente figuran ampliamente superadas por las brasileñas y las mexicanas, según revelan los rankings internacionales.
Algunos flashes de aquel esplendor: en 1962 comenzaba la construcción del primer pabellón de la Ciudad Universitaria; entre 1959 y 1964 la Facultad de Ciencias Exactas incrementó su población estudiantil en un 60% y Filosofía y Letras en un 146%, según recuerda Pablo Buchbinder en Historia de la universidades argentinas.
“En la Argentina del siglo XIX y buena parte del XX la educación representaba el más importante elemento de movilidad social, y la escuela primaria en la Argentina era un modelo en América latina por la condición de igualdad que generaba entre los chicos de diferente situación socioeconómica”, recuerda el especialista en políticas públicas Gabriel Sánchez Zinny en el reciente libro Apuntes para el debate sobre política educativa en la Argentina, un texto que firmó junto al ministro de Educación de la Ciudad, Esteban Bullrich.
Como contracara, en la última década, varios indicadores mostraron eso que Sileoni reclamó en la entrevista de ayer no presentar ante la opinión pública como si fuera el “apocalipsis” o un “estado terminal”. El gasto en educación pasó del 4% en 2003 al actual del 6,4%, pero en las evaluaciones internacionales la Argentina no paró de descender. No mejoraron los índices de deserción y repitencia. Y la cantidad de escuelas de doble jornada está muy lejos del 30% que exige la Ley de Financiamiento Educativo.
Otro fuerte problema es la desigualdad en el acceso a la educación, pese a que uno de los caballitos de batalla del Gobierno es la inclusión. El déficit en la enseñanza de materias clave como computación es del 59,7% en la escuela primaria entre la población más pobre, mientras que en los estratos superiores se reduce al 21,3%. En idioma extranjero, la relación es del 56,4% contra el 18,5% entre los chicos de 6 a 12 años.
Los resultados de la prueba PISA, que cada tres años realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) entre los alumnos de 15 años de más de 60 países, también muestran un permanente retroceso. Ante esos resultados el ministro también había ensayado en su momento una evasiva, al cuestionar el método de evaluación.
Desde el Centro de Implementación en Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), describen el modelo fundacional de aquel sistema educativo del país: “Fuerte presencia del Estado a través de la formación docente, el sistema de inspección y el control de los nombramientos; recomendaciones y verificación de que se cumplieran”. En el inevitable presente, Sileoni lanzó ayer también frases contradictorias: “No hemos retrocedido”, dijo. Pero también: “Queremos reconstruir la nación educativa”.
Fuente clarin.com
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